La historia de lo que hoy es uno de los principales licores de tradición italiana comienza en 1885, cuando Stanislao Cobianchi decidió establecer una pequeña empresa de licor contra los deseos de su familia, que lo había guiado hacia una carrera eclesiástica. Al principio, la producción se centró en una serie de licores, cuyos nombres han sido casi olvidados, como ratafià, alchermes, arquebuse, persico, leche anciana y licor de rosolio.

Un amplio conocimiento de las hierbas le inspiró para crear un nuevo producto, un licor de color ámbar que se convertiría en la especialidad de la casa. El nombre de Amaro Montenegro fue un homenaje a Elena, segunda reina de Italia, esposa de Vittorio Emanuele III. El sabor único de este Amaro necesitaba una botella a su altura y es así cómo se explican las originales líneas y sinuosas curvas de su botella distintiva, que se han mantenido sin cambios hasta nuestros días. El producto alcanzó un gran éxito en pocos años, logrando una difusión generalizada y recibiendo numerosos premios de exposiciones y muestras internacionales.